y el día nos parecío
azul, tan azul como
los ojos de un ángel.
Volvíamos de la playa esa mañana, y sí, ella volvía despeinada. Aun y así se veía tan preciosa, sus ojos relucían verdes por el sol y el agua del mar, la brisa movía su pelo hacia delante, echándose sobre su cara; esa tostada cara, tan preciosa..